Los Muertos Vivientes tomo 15: Encontrarnos a nosotros mismos

A todos nos cae bien Rick Grimes. Es un líder, una persona que ha conseguido mantener el grupo unido a lo largo de los 15 tomos, ganándose la confianza del resto de supervivientes que le rodean. Ha sido capaz de vencer al más terrible enemigo que se han encontrado en su huida hacia delante, y todo ello perdiendo a lo que más quería, su mujer y la hija recién nacida.

Pero Rick nos cae bien porque, pese a ser todo eso, es un ser humano. Es un hombre al que la vida le ha golpeado sin piedad, le ha machacado, le ha puesto sobre sus hombros una responsabilidad que no quería y le ha convertido en alguien que no quería ser.

Bueno, bienvenido al holocausto zombi, amigo.

Todos los personajes, de la mano siempre eficaz de Robert Kirkman, han sabido avanzar, evolucionar y cambiar a lo largo de la historia. Es algo que nos ha fascinado en este cómic y que continúa haciéndolo interesante.

Por eso, no sorprende el nuevo cambio que experimenta en este último tomo de Los Muertos Vivientes.

De ser el padre preocupado que encuentra a su familia cuando todo estaba perdido, a ser el jefe y alma máter de un grupo de supervivientes en mitad del fin de la raza humana. Y al final, cuando todo parecía perdido y su cordura se había tomado unas vacaciones, va y se convierte en el un optimista de tomo y lomo.

Su transformación puede ser bastante normal. Ha pasado por todos los estados en los que podría haber estado. Y ahora, decide integrarse, por fin, en una comunidad, estableciendo lo que es mejor para todos, y no solo para él. Un logro que siempre será estropeado por alguien que quiere hacer las cosas de otra manera.

Bueno, parece que comienza una nueva etapa para el grupo, los nuevos y los veteranos. Lástima que ya sabemos que no va a durar mucho. O suerte, depende como lo mires.