El segundo tomo de los Muertos Vivientes comienza con una mirada hacia atrás. Al momento en que Shane y Lori tienen una relación, en las afueras de una Atlanta en llamas. Es en ese momento en que comprendemos qué ha ocurrido entre ellos y porque todo el problema entre Shane y ella.
Este es el tomo de la granja de Hershell, donde asistimos al disparo que hiere a Carl, la huida hacia adelante de Rick, con su hijo en brazos y la llegada hasta la granja donde el diezmado grupo intentará recuperar parte de su vida tranquila, a salvo dentro de los límites de la misma.
Robert Kirkman consigue que podamos respirar un poco, olvidándonos por el momento de los zombis y nos centremos en los personajes y sus reacciones ante todo lo que ha ocurrido. No es un tomo de descanso, desde luego.
Antes de la llegada a la granja los sitúa en una urbanización que, como pasa a lo largo de la serie, está llena de sorpresas desagradables. Más bajas, y con la desesperación haciendo mella, otra vez, en todos ellos, comienza una etapa en sus vidas.
La vida en la granja es tranquila, todo lo que puede ser en esas circunstancias y los personajes pueden avanzar un poco, evolucionar y dar varios pasos adelante. Vemos nacer nuevas parejas, nuevas situaciones y conocemos a nuevos personajes, que darán vida al grupo en próximas entregas.
Lo más relevante de este tomo es la llegada de Charlie Adlar, el que se convertirá en dibujante regular de la serie a partir de este tomo. Su estilo es similar al de Tony Moore, aunque algo más elaborado. Los personajes se vuelven gráficamente más duros, manteniendo su estética.
El acabado en grises ayuda a mantener esa uniformidad, aunque pronto se te olvida el cambio de dibujante y asumes que siempre ha sido el mismo quien los ha dotado de vida.
El final del tomo inicia una nueva etapa, en otro lugar donde estarán a salvo de los muertos vivientes durante mucho tiempo, pero no de los monstruos más peligrosos de ese nuevo y podrido mundo: los vivos.
A mí me gustaba, y sigue gustando, más Tony Moore. El trabajo de Adlard pierde en detalles y, muchas veces, cuesta distinguir a los personajes. Por no hablar de esas tiras de viñetas a doble página.
ResponderEliminarEn cualquier caso, como dices. al final uno se acostumbra.
¡Un saludo!