La prisión es un buen lugar para los supervivientes. Es un espacio cerrado, con mucha protección y lugares ámplios para pasear y estar viendo siempre las mismas cuatro paredes. También ofrece la oportunidad de cultivar comida y si se obvian a los caminantes que se agolpan en las vallas, no hay que temer por la seguridad.
Pero este no sería un cómic de Robert Kirkman ni de Los Muertos Vivientes si dejara a sus personajes relajarse y disfrutar del momento. No puede permitirse el lujo de que se acomoden y vean como sus esperanzas crezcan. Así que, nada mejor que hacerles salir a campo abierto, aunque sea solo a unos pocos de ellos. Nadie importante.
Solo Rick, el líder del grupo; a Glenn el explorador por excelencia y Michonne, la nueva adquisición del grupo. Casi nada. Y los envía a descubrir quien pilota ese helicóptero que han visto caer en algún lugar. Con tan mala suerte que se encuentran con otro grupo, ubicado en una población en la que se han hecho fuertes.
Y siguiendo con la mala baba que siempre caracteriza a Kirkman, no se encuentran con una simpática reunión de gente de bien, sino que se cruzan con el que está destinado a ser el villano más temible con el que se encontrarán en la serie, el Gobernador.
Hasta este momento, los grandes problemas con que se habían encontrado eran los caminantes, y algún elemento discordante. Personas o pequeños grupos que representaban una amenza porque los atacaban desde dentro. Ahora, el peligro está fuera, está provocado por muchas personas y es muy, muy real.
El primero en sufrirlo es Rick y Michonne sufre la dura represalia del Gobernador por osar atacarle. Solo Glenn acaba el tomo entero, aunque no necesariamente bien. Ha sido testigo de todo lo que sucede y se derrumba. Es un importante punto de inflexión en la trama y a partir de ahora, todo irá a peor.
El guionista no escatima medios para demostrarnos que lo peor de la desaparición de la esperanza no son los elementos externos, sino la propia manera de ser y comportarse del ser humano. No son los zombis los crueles, sino los vivos. Es una enseñanza que ya hemos visto, pero que ahora se magnifica.
Pero la esperanza también es algo a tener en cuenta, y eso se concentra en Los Muertos Vivientes en el grupo de Rick. Aunque hace días que ha partido, la esperanza en que vuelva, y con él sus compañeros, permanece despierta en la prisión.
Como siempre, el tomo termina dejando al lector con ganas de más, de buscar enseguida el próximo tomo.
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